Las tres vidas entre la memoria y la muerte en las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manriqu

Un pequeño ensayo en cuanto a una de las obras con gran importancia dentro de su época, además, un video con algunas coplas hechas canción.

En la literatura al referirse a la vida, existen múltiples maneras de abordar el tema dependiendo de la ligereza de la mano del autor al escribir. Puede referirse a las maravillas de vivir, el goce, las dificultades, el tiempo en que se mide, como un milagro o como un tormento. Una de las formas con cierto grado de peculiaridad es a través de la memoria, de un sistema lleno de recuerdos que manifiestan las experiencias vividas por una segunda vez y que en otras voces este efecto puede ser llamado vivir de nuevo. Incluso, de una manera más trascendental y de mayor profundidad, es a través de la muerte en que se logra a abordar a la vida en diferente niveles, tanto general o específico en forma de contraste. Es justamente de esta manera en que Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre (siglo XV) entre los inicios de la memoria y el final de la muerte abordaría tres tipos de vida.

Manrique desde muy joven estaría relacionado con la muerte, pero al mismo tiempo contaría con una herencia significativa en las letras humanas que le permitirían desarrollar cierto estilo. “Nació en Paredes de Nava, tierras de Palencia, en 1440, parece haber seguido con aprovechamiento los estudios de Humanidades […]. A los cuatro años perdió a su madre, doña Mencía de Figueroa” (Geocities). A esto debe sumarse su famoso apellido y de cierta antigüedad en Castilla, incluso su astucia en la milicia. “Fue caballero santiaguista, comendador de Montizón y capitán de la Hermandad del reino de Toledo” (Ynduráin). Esto le daría renombre y lo colocaría como una personalidad de importancia en España.

Las Coplas de Manrique son en honor a Don Rodrigo Manrique maestre de Santiago que contaba con una fama equiparable a grandes figuras en España. “Debió de escribirlas Jorge Manrique en 1477 o 1478, esto es, después de la muerte de su padre 1476, y antes de 1479, año en que él mismo muere” (Ynduráin). Debe considerarse que esta obra es una excepción al trabajo usual del poeta que acostumbraba a escribir en referencia a los temas de la época. “Pertenece al tipo de composiciones cortesanas, normales en su ambiente y época como refinamiento social. Los temas se integran en los problemas cotidianos, son preguntas y respuestas -con Álvarez Gato, Gómez Manrique, etc.- sobre sucesos de actualidad” (Ynduráin). Además, también abarcaba temas de alta religiosidad proporcional a la del periodo histórico al que pertenecía.

La primera parte de las Coplas se compone de la copla I a la XIII, “se inicia el poema con unas consideraciones de tipo general en torno a la fugacidad de la vida terrenal y la inestabilidad de las cosas mundanas” (Domenech y Ana 5). La primera vida abordada por Manrique es entonces la terrenal que es, a primera instancia, por la que todo individuo pasa. Efímera y transitoria contenida en un flujo constante, no obstante, se trata al mismo tiempo del periodo más sensorial que garantiza a todos de igual manera la muerte. Aún con ello, Manrique acusa a esta de banal en relación al interés por las cosas materiales y la falta por cultivar el espíritu y las buenas costumbres que permitirían al ser avanzar hacia el segundo tipo de vida.

Por otro lado, cabe mencionar aquí un recurso importante al inicio de la copla I.

“Recuerde el alma dormida

avive el seso y despierte

contemplando

cómo pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando” (Manrique).

Se habla del recuerdo, un comienzo en el camino a la memoria que es eterna, una advertencia en la etapa primeriza de la vida. “El recurso a la memoria es constante. Son muchas las circunstancias en las que los hablantes, dialogantes en ocasiones, acuden al recuerdo” (Gimeno 276). En esta parte el uso no es pesimista, Manrique no hace una lamentación ante la advertencia del recuerdo de la fugacidad del tiempo y la muerte, al contrario, su objetivo es más una consideración que debe tomarse en cuenta mientras se está con vida.

La segunda parte abarca desde la copla XIV a la XXIV, “alude a otro tipo de vida menos efímera: la vida de la fama y la ilustra con un lúcido y solemne desfile procesional de muertos ilustres perfectamente jerarquizado”. (Domenech y Ana 5). Existe entonces un segundo tipo de vida la cual se trata de la vida de la fama, en donde menciona personalidades contemporáneas de la época. Este es un recurso importante pues “al evocar figuras famosas contemporáneas al receptor […] Jorge Manrique logró humanizar y popularizar los ejemplos de aquellos cuyas vidas testimoniaban a su juicio las vanidades del mundo” (Lizabe 205). Crea un acercamiento para comparar dichas personalidades con su propio padre, sin embargo, también es una comparación para enaltecer al mismo en cuanto a las buenas costumbres, valor, honor y como ejemplo de buen caballero.

Por otro lado, en cuanto compete al segundo tipo de vida, en comparación con la primera es aún más larga, la trascendencia que innumerables individuos intentan alcanzar pues se trata de un reconocimiento que supera un poco más los límites del tiempo. Sin embargo, esta vida cuenta de la misma manera con cierta caducidad, no es del todo completa, la muerte también se encuentra prometida para este tipo de vida,

“¡Qué corte tan excelente

tuvo y cuánto gran señor

le siguieron

Mas, como fuese mortal

metiole la Muerte luego

en su fragua.

¡Oh, juicio divinal,

cuando más ardía el fuego,

echaste agua!” (Manrique).

De nuevo aquí, se trata de un contraste por medio de la muerte para enaltecer la vida de la fama, superando las simplezas mundanas y vulgares de la terrenal a través de un contacto más directo, objetivo y específico al tratarse de ejemplos.

La última y tercera parte perteneciente a las Coplas abarca de la XXV a la XL, “la vida eterna ejemplificada en Don Rodrigo Manrique. Aquí se produce la individualización del tema del poema: la muerte. Finaliza pues, con el elogio particular de Don Rodrigo […] y el diálogo que mantiene con la muerte” (Domenech y Ana 5-6). La vida eterna, el tercer tipo, el punto donde viene la aceptación completa, la oración final y el paso definitivo. Se trata de igual forma de la parte aún más específica en completo honor al padre de Manrique, “una vida ‘pintada’ con su brazo-espada en escenas que muestran sus hazañas y su hombría” (Gilman 306). Esto es, en resumidas cuentas, un hombre lleno de virtud y fortuna, el caballero por excelencia y de gran honor.

Asimismo, el tercer tipo de vida muestra que la vida eterna es la misma aceptación de la muerte, el contraste definitivo con entre la vida y la muerte, la cúspide en el resalto de la vida, así como el triunfo final. Es por ello que la muerte se muestra como guerrera ante Don Rodrigo, formidable e invencible, pues forma parte incluso de las decisiones de Dios.

“Que mi voluntad está

conforme con la divina

para todo;

y consiento en mi morir

con voluntad placentera,

clara y pura,

que querer hombre vivir

cuando Dios quiera que muera,

es locura” (Manrique)

Se aprecia aquí entonces la ya mencionada aceptación ante la muerte y la cristiandad de la época. La vida eterna se vuelve llena de gloria pues significa una entrada celestial ante un ser omnipotente.

A su vez, en esta última etapa vuelve a considerarse, justo al final donde es la transición de la muerte la noción de la memoria, que en una composición de recuerdos y de un camino a través de tres vidas diferentes se conforma. “Así pues, la experiencia humana fluye, circula, navega, gracias a un vehículo como la escritura que la transporta. Su trayectoria encamina la memoria escrita hacia un inmenso océano, el de la experiencia” (Gimeno 283). La memoria eterna como la última vida, la decisiva, la ultraterrena se manifiesta así, a través del buen hacer y de la experiencia de la que se aprende a no errar.

La relación con la actualidad de las Coplas radica en el hecho de la visión moderna de la muerte, de aceptación y consuelo, que Manrique hereda a través de su poesía. Visión que sería una base para otras más, para nuevos ideales esperanzadores que se arraigan a la piel. “las Coplas son ante todo, en sus tres partes, un poema de la vida, un cántico a la vida; en cierto sentido, un triunfo tripartito de la vida, que supera la tradición ascética de la cual ha brotado” (Gilman 306). Manrique por sí mismo crea una memoria eterna a través de los límites y que hoy llega al lector interesado.

A manera de conclusión, es en efecto a través de la muerte una de las maneras más interesantes de abordar la vida. Sustantivos antónimos que se han vuelto en una dicotomía inseparable. Manrique es un ejemplo claro de ello, en la Coplas por la muerte de su padre es en efecto el tema central la muerte, sin embargo, en donde puede escribirse de muerte, puede hablarse de vida; ya sea por la ausencia de la misma o como parte complementaria de un ciclo que remite al Uróboros. Manrique deja un patrimonio de tres vidas, una misma muerte, una promesa posterior a la aceptación y una memoria sin fin.

Bibliography

Domenech, Lourdes and Romero Ana. "Jorge Manrique y las coplas." Materiales lengua y literatura (n.d.): 1-17. Web.

Geocities. n.d. Web. 7 Abril 2015. <http://www.geocities.ws/nekolmo/pagina6.htm>.

Gilman, Stephen. "Tres retratos de la muerte en las Coplas de Jorge Manrique." NRFH (n.d.): 305-324. Web.

Gimeno, Francisco M. "Conservar la memoria, representar la sociedad." Revista de Historia de la Cultura escrita (2001): 275-293. Web.

Lizabe, Isabel. "¿'Ubi sunt' Jorge Manrique y Jorge Luis Borges? Recreación borgiana de una fórmula medieval tradicional." Revista de literaturas modernas (1999): 203-210. Web.

Manrique, Jorge. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 1979. Web. 7 Abril 2015. <http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/obra-completa--0/html/ff6c9480-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.html#I_53_>.

Ynduráin, Domingo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 2012. Web. 7 Abril 2015.